2/12/08

Ni ver, ni oír

Entró tambaleándose en el baño. Apenas veía, deslumbrado por el flexo, cuyo zumbido le taladraba las sienes con precisión asesina. Había perdido las gafas, y todo eran sombras de colores. Se sentía tener dieciséis años de nuevo, probando la marihuana en su primer "viaje astral". Se apoyó en la pared, y la notó pegajosa, pero no le importó. A estas alturas de la noche, nada le importaba ya.
Un par de personas se movían tras él, otros dos tipos hablando en un idioma que no entendía.
Hacían movimientos bruscos, y su tono de voz era elevado, por lo que dedujo que discutían.
Los azulejos se agrietaban frente a él, su mano parecía hundirse en la suciedad y el moho de la esquina, el olor a meado le aturdía. ¡Qué placer para los sentidos!
Se lavó las manos sin cerrarse la bragueta aún. No quería pellizcarse con la cremallera. El maldito zumbido...
Un golpe sordo a su espalda le hizo volverse. Nadie, y un portazo. De nuevo se giró. La puerta oscilaba, entreabierta. Sombras grises e informes más allá. Se encogió de hombros, y continuó con las manos bajo el grifo.
Un chillido. Pasos apresurados, gritos. Alguien lo golpeó contra el espejo, y sintió la frente húmeda. ¡Sangre! Pegó un codazo a ciegas, al aire, y recibió un puñetazo que lo lanzó al suelo.
"¡Asesino!"
¿Asesino?
Arrastrándose, se alejó del que le había pegado.
"¡Pervertido!¡Asesino!"
Una patada en el costado. Dolor. Golpe en la cabeza.
Algo blando delante. ¿Un jersey? El suelo estaba mojado, con algo rojo. Se miró los dedos. ¿Sangre? De nuevo golpe en la cabeza. Oscuridad...
Maldito zumbido.





"Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso"

(Escribo a ciegas).

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