30/12/08

El eco vacío

El eco de sus pasos resonó en el hueco pasillo, arrastrado en un vacío gélido y abismal. Su mano se iba dejando caer de protuberancia en protuberancia de la granulada pared, dibujando con las yemas de los dedos casi las mismas ondas irregulares que los latidos de su corazón pintarían en una pantalla al compás desfasado del "bip" mecanizado de un taquicárdico.
Se acercaba lentamente a la sala de estar, el frufrú del camisón acariciando sus tobillos y haciéndole incómodas cosquillas en lo más profundo. Quizá por eso deseaba reír, a pesar del ominoso silencio que podía inhalarse ya desde que entreabrió los ojos en la cama.
Al asomarse por la rendija de la puerta, suspiró aliviada. Sólo un segundo.
Las quietas figuras de sus progenitores, abrazados en el sofá, contemplaban un silencioso televisor pausado. El salón, medio alumbrado por la pantalla, no se inmutaba por la pálida luz plateada que se colaba entre las cortinas.
¿Mamá?¿Papá?
Nada. No pasó nada.
Énfasis, vehemencia. Aún nada. Sacudeidas, visión enturbiada por las lágrimas, dolor... ¿eso que se encogía en su pecho era su corazón?
Lloró durante lo que le parecieron horas, aferrando con desesperación el pijama de su padre, humedeciendo su hombro, sin que él reaccionase, ni diese señales de verla siquiera.
Cuando algo de calma se abrió paso entre las nubes de su encapotada consciencia, se detuvo a observarlo todo, intentando ordenar su caótica mente.
La expresión dolorixda de su madre, estática en su rostro desde hacía varios meses, a pesar de su intento de aparentar entereza frente a ella. La casi catatónica de su padre, que simplemente no parecía hacerse a la idea, por muchos historiales y pruebas que lo confirmasen.
No respiraban. No latían. Sólo estaban.
No debió estar tanto tiempo llorando, ya que aún era noche cerrada. La imagen de un tipo trajeado de mirada perdida en la televisión, en pause, como si la hubiesen detenido en el momento justo en el que parecía que los mirase.
Una nueva oleada de dolor, punzante y frío. Todo iba al revés.
No reconocía la película.
Fue al cuarto de baño, y, con tembloroso pulso (más propio de un anciano con parkinson que de una niña de nueve años), se mojó la cara. Una, y otra vez. Como si el agua pudiese ir más hondo, más allá de la piel, y borrar esa suciedad incrustada en su cerebro que le decía que acababan de perforarle la caja torácica con un taladro del quince.
Vio (entrevió) su demacrado reflejo, las ojeras, la piel agrietada debido a las sonrisas que se obligaba diariamente a mostrar a todo el mundo. Se pasó una mano húmeda por la nuca, rapada, como toda su cabeza, y volvió a salir. Cogió con mano aún insegura el mando del DVD y pulsó off. Una, y otra vez. Un nuevo escalofrío y una triste alegría anidaron en ella mientras, con los lacrimales hiperactivos, volvía a su cuarto, se sentaba en el borde de la cama y acariciaba su piel. Su pálida y fría piel...
Nada.
No pasó nada.




"Pues, básicamente así es como me parece la vida,
llena de soledad, miseria, sufrimiento, tristeza
y sin embargo se acaba demasiado deprisa".
Woody Allen


P.s: Gracias por lo de ayer (y perdón por las molestias). Pak pak ^^

2 comentarios:

Lily dijo...

Sí, es de Allen, de la película Annie Hall

Gaia Moridin dijo...

En verdad, no hay nada que impida que la muerte sea esa vecina que habita en el quinto piso de tu edificio, a mano derecha. Podría ser ella, con esos rulos color rosa, bajando pesadamente la escalera la que se pareciese a los pies de tu cama, o entreabriese la puerta del baño y mostrase una mueca de desagrado por toda la sangre que has dejado sin querer en la bañera. ¿Sabes, yo de ser ella, no lo recogería, no dejaría que nadie borrase de allí el rastro de tu cobardía? Todo por un suicido premeditado, o inmediato, que no sabe vivir más allá de la idea de ser. Mi profesor de filosofía dice que una enfermedad muy frecuente en este siglo es el vacío existencial, como lo llamó Viktor Frankl, y que la neurosis que deriva de él conduce al suicidio, yo me quedé mirándolo y sonreí. Me pregunté que pensaría si se enterase algún día de que me he suicidado, y si desde entonces me recordaría por la alumna que fui o por la manera en que morí. Lo mío con el de filosofía es preocupante, me trae por el camino de la amargura, y como se muera antes de tiempo o deje de darme clase si que me da un chungo, este Platón...