20/4/09

Sueños

Cordura y locura. Todos estos relatos, esta serie de Sueños Perturbadores, se los dedico a Barbija, merecedora de tantas dedicatorias como la que más. Y en especial éste porque LOCURA es lo primero que pienso cuando voy a entrar en su blog.

Ella ladeó la cabeza, apoyándola en sus brazos, cruzados en el alféizar de la ventana con rejas y viendo la lluvia acariciar el mundo.
Aquella habitación se había convertido en su cárcel.
Una vez, fue su refugio, un lugar al que ir cuando se sentía decepcionada.
Ahora le obligaban a permanecer allí, y el aire cálido y acogedor que la había caracterizado hasta entonces desapareció.
Se volvió un habitáculo frío e inhumano, y sólo su música podía hacer su estancia en él más llevadera.
Ni siquiera podía salir al jardín, a bañarse en la piscina bajo la lluvia, como tantas veces antes había hecho.
Sólo podía observar aquel manto gris de humedad y libertad, de pureza, resplandecer bajo luces amortiguadas de neón mientras bañaba todo a su alrededor.
La lluvia siempre la había relajado. Le ayudaba a aclarar sus ideas. Mirando el cielo con los ojos cerrados, podía ver sus pensamientos revolotear, esquivando los pedazos de frío cielo y formando intrincados dibujos a los que ella daba sentido en su imaginación.
Le habían arrebatado la libertad. Le habían arrebatado la lluvia.
Le habían arrebatado a la única persona que alguna vez le había comprendido.
Muchas veces antes, cuando sus padres se iban, él venía y la llamaba desde el césped.
Nunca puso un pie en el interior. De hecho, la vez que su familia volvió antes de tiempo estaban en la piscina, desnudos, uno en brazos del otro.
Ya habían pasado tres meses de encierro.
Pronto, tendría que volver al instituto. Quizá entonces tendría la oportunidad de verle.
Pero una pregunta la corroía por dentro, impidiéndole pensar con claridad la mayoría del tiempo. ¿Y si él se había buscado a otra y la había ignorado?
No había habido ningún intento de acercamiento. Muchas noches, esperaba junto a la ventana, mirando fijamente la parte del muro que él solía saltarse, hasta que caía dormida, con el rostro apoyado en sus brazos y la mano agarrada a uno de los barrotes.
Había llorado en silencio la mitad del tiempo, imaginando que él había preferido evitarse volver a tener problemas.
Llegó a pensar que se había enamorado de un ideal, y no de una persona.
El día antes de que comenzase el curso, por la tarde, su padre le llevó una de esas odiosas pastillas y un vaso de agua.
Al principio, traía un tarro de pastillas, pero ella intentó tragárselas todas, y desde entonces sólo le llevaba una.
- La doctora ha llegado - le comunicó con voz derrotada. Ella le miró con odio. El rostro de su progenitor había degenerado; ahora estaba enjuto, y él, más delgado que nunca. Una mueca de preocupación había permanecido en su rostro desde que descubriese a su hija con un chico en la piscina.
Ella se tragó la medicación, pero le escupió parte del agua a la cara. Sabía que, si no se la tomaba, él la obligaría, como ya había hecho otras veces.
Él bajó la mirada, evitando el contacto directo con los ojos de su hija, y salió por la puerta con cerrojo, dejando paso a una mujer con aspecto de bibliotecaria y expresión estirada que sonreía de un modo tenso e hipócrita.
La doctora pasó y pidió permiso para sentarse. Ella enarcó una ceja y le dijo que se sentase donde siempre. Ya estaba harta de esa falsa formalidad.
Encendió su música, y miró con aprensión a la doctora, que seguía el ritmo de la frenética batería con sus deportivas.
A pesar de su aspecto, alguna vez debió ser un alma rebelde, libre, pues conocía muchos grupos antiguos, clásicos, y otros que ella nunca había oído nombrar, pero que también le gustaban.
- ¿Seguirás insistiendo en tu actitud hacia "él"? - preguntó la doctora con profunda curiosidad. Ella sabía que sólo fingía.
- Ya lo hemos hablado mil veces - respondió con voz cansada y sin ganas de hablar de lo mismo. Siempre acababa dudando.
- Pero debes reconocer que tengo parte de razón - insistió la doctora - Si no, ¿cómo explicas que no haya aparecido desde entonces?
- Te acabo de decir que no quiero hablarlo - replicó apretando los labios. Había sido la doctora la que le pidió que la tutease, y a ella no le suponía ningún problema.
- Entonces, ¿debo entender que aún sigues creyendo que existió? - suspiró la psiquiatra.
- SÉ que EXISTE - repuso ella cruzando los brazos y frunciendo el ceño - No logrará hacerme dudar tan fácilmente.
- Pero desde que empezaste a medicarte no ha vuelto a aparecer, ¿cierto? - la doctora desenfocó la mirada, con expresión pensativa - Te propongo una prueba: te suspenderemos el medicamento, y, si vuelve a aparecer, entonces ¿admitirías que puede que sea una alucinación?
Ella abrió mucho los ojos, y se humedeció los labios, que se le habían secado de pronto. Si hacía eso, significaba que estaba dudando de él. Significaba que todo había sido producto de la esquizofrenia, un sueño. Y ella sabía (o creía) que no era así. Pero, por el contrario, si lo hacía... y él aparecía...
No. No podía ser un sueño. Tenía que hacerlo, no para demostrarse nada a sí misma, sino para demostrárselo a esa pedante, y a sus padres. Para demostrarles que aquel encierro era absurdo.
Asintió, y la doctora salió de la habitación con expresión triunfal.
Su padre dejó de llevarle pastillas, y todo siguió como hasta entonces. A la semana sin tomar su medicación, una sonrisa se dibujó en sus labios.
Pasó todo el viernes sonriendo, e incluso le sonrió a su padre, consciente de que al día siguiente la doctora tendría que tragarse sus palabras.
Esa noche, un repentino golpe en su ventana la despertó. Al incorporar la cabeza, aún somnolienta, una piedra rebotó en los barrotes, emitiendo un agudo sonido que le hizo terminar de despejarse.
Al abrir la ventana, le vio.
Allí estaba él, de pie en el césped, su figura recortada por la plateada luz de la luna llena.
Ella entornó los ojos, que le brillaron, y comenzó a sollozar, apoyándose en los barrotes.
Él, preocupado, trepó por la enredadera que llegaba hasta la habitación, y se sujetó a los hierros, mirándola con fijeza.
- ¿Qué te ocurre? - ella le miró a los ojos, y acarició su rostro por entre los barrotes.
- Sólo eres un sueño - le respondió con la voz rota de dolor. Él se mostró ofendido - Eres una fantasía...
- No sé si sentirme halagado u ofenderme, porque eso ha sonado bastante en serio - replicó él con una media sonrisa - Pero supongo que me lo merezco, teniendo en cuenta todo lo que he tardado en volver. He tenido problemas en mi casa, y no quería que tu padre volviese a cogerme... la verdad es que me dio algo de miedo. Pero no te preocupes, ya estoy aquí - la miró con ternura, y acarició su mejilla, secando sus lágrimas - No llores más.
- No lo entiendes - suspiró ella - Sólo eres una alucinación. Te ha creado mi esquizofrenia... - el rostro de él pareció hacerse de piedra, y la cogió de la muñeca con firmeza. La obligó a poner la mano en su pecho, sujeto con dificultad a la reja, y la miró fijamente a los ojos.
Ella sintió los latidos de su corazón, acelerado y tembloroso. Sintió su pectoral llenarse de aire, y después liberarlo. Sintió su frío, su miedo, su frustración. Su dolor.
- ¿Y esto qué?¿Es una alucinación?¿Es un sueño? - le susurró violentamente, sin apartar sus grises ojos de los de ella.
Ella se mordió el labio inferior, cerró los párpados y asintió, mientras otra lágrima resbalaba de su mirada.
Entonces el rostro de él mostró desesperación.
- ¿Me quieres? - interrogó con voz ahogada - ¿Me sigues queriendo? - ella le miró, dolida por la pregunta.
- Por supuesto que sí... pero... ¡sólo eres un sueño!
- ¿No serías capaz de vivir amando un sueño? - preguntó él con la voz más suave y calmada, llena de emociones.
Ella notó su corazón latir con más fuerza. Le oyó jadear, y vio que su rostro estaba congestionado por el esfuerzo de mantenerse sujeto a la ventana.
¿Podía vivir así?¿Podía vivir amando un sueño?
Lo miró a los ojos con amor. Acercó su faz a los barrotes, y le acarició los labios entre las rejas, al no tener la posibilidad de besarle.
Entonces, le empujó, y vio sorpresa en el rostro de él mientras caía desde el tercer piso.
La interrogaba con su mirada. Era casi como si le hablase.
¿Por qué?
En ese momento, a ella la asaltaba otra pregunta, aún más preocupante que esa.
¿Qué clase de vida le esperaba sin sueños?

5 comentarios:

Jolene Aims dijo...

william would you marry me?
xDDDD

aunque me haya vuelto a traumatizar, me ha encantado volver a leer la de sueños, amor,amor, amor. ^^

Barbijaputa dijo...

Te han propuesto hasta matrimonio, Will!

Me encanta que me hayas dedicado esta serie, cuelga más!

Haré como tú en mi blog y te diré lo que me inspiraste:

A veces, vivir sin sueños es simplemente existir y deambular por el mundo como un autómata. Pero nadie vive sin sueños toda su vida, en algún momento fantasean y se dejan atrapar por lo que podría ser o lo que pasaría si (mil sies)...

Me encanta tu relato. Y tú!

Mapache Panzarriba dijo...

Espero no decepcionarte mucho, pretendo k sea diario, asik con suerte publico algo cada semana XD
(aún no consigo leerme esto :S voy a tener k ir a verte y sacarte una copia d tu puño y letra, o va a ser imposible; me mareo solo d ver tanta letra junta... m duelen las lentillas -.- )

Mapache Panzarriba dijo...

¿Yo he leido esto antes, guillermito?

Mapache Panzarriba dijo...

Pos... eso me lo has tenio k enseñar, m sonaba un wevo y sabia el final!!! cuanto hace k lo escribiste?? (si, ya lo he conseguio, y encima pa k no sea nuevo ¬¬ me ha costao la misma vida -.-" )