20/4/09

Náufrago

Aquí hay otra crítica. No tengo más que decir al respecto.

Algunas veces, aún le dolía. Fruncía el ceño ligeramente y apretaba la mandíbula de un modo imperceptible cuando había alguien cerca, y en cuanto se quedaba a solas, se frotaba el codo izquierdo en actitud protectora.
En esos momentos, miraba por el ventanuco de aquel lugar y recordaba aquella noche fría y apagada en la que había llegado a aquellas costas.
Mientras contemplaba el triste paisaje a través del sucio cristal, recordaba todo.
Recordaba cómo, en la más absoluta oscuridad, había sentido una mano taparle la boca, y otras retenerla con fuerza contra el suelo. Había intentado resistirse, pero nadie prestaba atención a algo así aquella noche.
La cubierta de aquella repugnante barcaza se mecía lentamente, y el sonido del oleaje, pausado y reverberante, comenzaba a resultar incómodo.
Notó cómo le desgarraban la falda, y comenzó a llorar en silencio, pidiendo ayuda.
Al sentir aquello penetrándola, cerró los ojos con fuerza e intentó ir con su mente a cualquier otro lugar.
Pero el dolor la traía de vuelta.
Al abrir los ojos, había millones de estrellas.
Miles de millones.
La noche continuaba mientras, una y otra vez, la violaban varios hombres.
No sabía si eran tres o cuatro.
Debido a la situación, a la que todos prestaban atención aunque nadie hiciera nada por evitarlo, no se habían dado cuenta de que las olas empezaban a invadir la cubierta.
Un niño comenzó a llorar cuando sonó el primer trueno.
De inmediato, sintió que salían de ella y la soltaban.
Se encogió, abrazándose las rodillas y sollozando, mirando la cara del último que había gozado de su demacrado cuerpo.
Veía miedo en los ojos de aquel adolescente, con la tripa hinchada y casi sin dientes.
Cerró los ojos y deseó dormir, pensando que todo se le olvidaría en cuanto llegase a la playa.
El bote se sacudió, llevado por el mar y el viento.
Tras horas de violentos embates, encallaron en la orilla bruscamente.
El golpe hizo que varios de ellos saliesen despedidos por encima de la borda, pero ella no se movió del sitio, encogida y abrazada a sus piernas, con la cara interior de los muslos manchada del fluido blanco de varios hombres.
Y de un niño.
Oyeron voces, y todos asomaron la cabeza por encima de proa.
Todos menos ella.
Hombres vestidos con uniforme se acercaban con mantas, y les recogieron a todos, llevándoselos en furgones.
A ella la obligaron a ponerse en pie. Pudo ver la mirada de horror que dirigían a su entrepierna.
Mientras caminaba torpemente por la playa, observó uno de los cuerpos en el suelo. Había tenido la mala suerte de caer sobre una roca, y la blanquecina orilla estaba manchada de sangre, que se diluía con la espuma de las olas.
Era aquel adolescente.
La habían guiado hasta un lugar lóbrego y aterrador en el que le habían dado ropa y comida caliente.
Después, le habían encerrado en una celda y la habían dejado allí horas.
Tenía el codo dislocado, pero no dijo nada a nadie.
Pasó días recibiendo visitas de grupos humanitarios y periodistas. Siempre les miraba con las mejillas aún anegadas de lágrimas, y no decía nada.
Al fin, le habían dicho que le sacarían de aquel lugar.
Tras tres semanas de cautiverio.
La llevaron hasta otra furgoneta poco acogedora donde estaban otras de las personas con las que había embarcado aquella noche.
Les dejaron en el muelle, junto a un barco carguero que volvía a África.
Ella dirigió una última mirada por encima del hombro, grabando cada milímetro del horizonte en su memoria.
Recordando aquel lugar maldito que odiaría para siempre.
Aquella tierra de esperanza.
Aquel infierno.

1 comentario:

Barbijaputa dijo...

tsk tsk tsk...

(onomatopyea de chasquear la lengua tres veces)