20/4/09

Allí

Hoy es el día de viejos textos. Éste en concreto, no tan viejo, habla de los recuerdos (en mi juventud, por sorprendente que a algunos pueda parecerle, los tengo buenos y malos).

Allí era un lugar difuso, todavía borroso en sus recuerdos, aunque fue un sitio importante para él. Podría decirse, sin miedo de pecar de hiperbólico, que su personalidad por entero había sido moldeada por todos los acontecimientos que allí había vivido.
Su extraña manía de rascar las fisuras entre las losas del suelo con la punta del pie cuando esperaba. Su gesto al apagar las colillas, dándoles vueltas, atornillándolas hasta que su humo expiraba. Su costumbre de escribir con el cuaderno doblado casi horizontalmente. Su forma de humedecerse el labio inferior justo antes de morderlo al pensar. Su ademán al apartar los largos rizos que caían desde su flequillo, a veces ocultando su rostro.
Todo esto y características menos importantes; su ingenuidad, su amabilidad, su desconfianza, su timidez, su miedo impreciso a la oscuridad…
Lo más importante también, su mirada.
Todo él había sido allí.
Quizá, de no haber estado allí, habría sido su vida una serie de sucesos menos desafortunados. Pero eso ya no tenía remedio, y ni en sus más lúgubres momentos permitía a su mente divagar, ni arrepentirse, de aquellas cosas.
Ése era uno de esos momentos; depresivos, autocompasivos, despreciables. Egoístas.
Era incapaz como persona, y aunque se había opuesto enérgicamente, de evitar hundirse en su desgracia cuando ésta alcanzaba cotas exasperantes, cuando se colmaba el vaso. Él era, como muchos, de gustos sencillos, sonrisa fácil y franca, lágrima lenta y naturaleza tranquila y pacífica. Generalmente, su malestar se debía al dolor ajeno, de personas que amaba aun conociendo sus faltas, o tal vez precisamente por conocerlas. Pero, en este momento concreto, se estaba permitiendo el lujo de llorar por sus propios problemas, o los que él consideraba tales.
Por eso había ido allí. Porque era su lugar, al menos en aquel espacio y aquel tiempo, y en aquella dimensión de su mente. Y no quería compartir sus pesares con nadie más, porque conocía de primera mano la pesada carga que eso les supondría.
De todas formas, no era la suya una angustia con la que muchos simpatizarían, pues era egoísta.
Principalmente porque había otras personas cercanas a él sufriendo por motivos mucho más justificados, y secundariamente porque parecía una minucia si se contemplaba, pragmáticamente, el hecho de que en todo el mundo la gente luchaba con adversidades mucho más relevantes, a gran escala.
Esto no hacía más que aumentar su desdicha; además de sentirse ruin por darles la espalda a los que amaba, se sentía insignificante, como un insecto, por no superar algo tan irrisorio dentro de un marco más amplio e impersonal.
Por eso había ido allí. Para rehacerse a sí mismo, olvidar todo lo anterior y ser… otra persona, con otras preocupaciones y dilemas, sin nada que ver con el tipo egoísta que lloraba por él mismo, en soledad.
Todos sus recuerdos de aquel lugar brillaron en su memoria por un momento. Se secó las lágrimas.
Allí era un lugar diáfano, que recordaría para siempre… aunque no fuese importante para él.

1 comentario:

Barbijaputa dijo...

A mí tampoco me consuela que haya otro más tristes, con problemas más graves... a mí también me provocan más tristeza si cabe. Y casi siempre, cabe.

Hay sitios, en los que no parece existir nada más que uno mismo, yo tengo el mío propio, donde siempre voy cuando quiero mirarme el ombligo y retozar en mi pena. Cuando me apetece pensarme y saberme como soy, sin pensar que debo mirar por otros también. No siempre puedo uno pensar en los demás. A veces es sano huir a ese lugar, "allí", donde tú eres sólo tú, y nadie más existe.

Me haces ponerme deloprofundis, eh? Besos...