12/11/08

Inocencia

Una mirada de reojo, dirigida desde la planta baja, ha provocado en mí una sonrisa sin darme cuenta. No sabía que aún había gente capaz de sonrojarse de un modo tan encantador cuando les descubren observando a otra persona.
Esa inocencia, que yo ya daba por olvidada en los albores del descaro y la desvergüenza contemporáneas, me hizo sonreír y, a la vez, plantearme muchas cosas.
Recapitulando, yo mismo he perdido esa pureza, parece que mi fisiología es incapaz de hacer fluir la sangre a mis mejillas cuando una mujer (perdí hace tiempo el gusto por las "chicas") me sorprende contemplándola. Y, ¿cuánta gente es ya capaz siquiera de recordar lo perturbador que nos resultaba que algún adulto nos "pillase" en una falta, a veces imaginada por nosotros mismos?
La "decencia" de sonrojarse aún no es del todo desconocida, al parecer. Tampoco pretendo sugerir que sea indecente no hacerlo.
Y es que me llamó tanto la atención que yo mismo me convertí en observador silencioso, esperando casi un vistazo fugaz en el resquicio de sus ojos para ser yo el que apartase la vista, azorado y con el rostro rojo.
Qué curioso es que encuentre placer en una actividad, en principio, tan absurda, ¿no?
Para cuando ese efímero contacto visual tuvo lugar, se me olvidó sonrojarme, y sólo provoqué que ella apartase la vista, de nuevo con un tierno gesto que para otros podría resultar infantil, pero que para mí resultó cautivador.
No volví a verla, sin embargo, y no pude decírselo.
Ah, la inocencia... dulce dama de nuestra infancia... ¿cómo te recuperaremos?

2 comentarios:

Gaia Moridin dijo...

Supongo que es el precio de la vida, avanzar y perder, ganar. No sólo echas de menos la inocencia cuando creces, sino un montón de cosas más que también dejas atrás. Sin embargo, y como la virginidad, hay cosas que no se pueden recuperar. Si te dicen que los Reyes Magos son los padres, si te lo confirman tus mismos padres, que hace un año afirmaban todo lo contrario, y lo aceptas; entonces ya nunca vas a poder sentir lo mismo. Aunque crecer, tal vez sea, superar las mentiras y enfrentar la verdad, a veces demasiado cruel. Si bien, tal vez sea al contrario, que al crecer comiences a creer la mentira, a formar parte de ella, para que cuando tengas hijos puedas sacarlos (o meterlos en la farsa), al decirle que lo que ha creído durante años era algo mágico, que no existe. Y vas perdiendo, poco a poco, la capacidad de sentir la magia que nos rodea. Es como si nacieses fuera de la caverna y cuando creces te metes de lleno en ella, convencido de que allí encontraras las respuestas (no sé si Platón dijo que los niños nacen fuera, o sólo que recuerdan algo del mundo de las Ideas, o si esta idea era de Aristóteles^^) Pero, vamos, que esta vez me estoy explicando. Quizá al ver al inocencia sigues viendo esa magia... no sé, pero yo quiero mi primer beso otra vez!! Es inevitable que esto nos pase. Cuando estemos trabajando, con la rutina como compañera (porque, que no te quepa duda de que lo haremos (estoy pesimista hoy)), cuando ya no quede nada que descubrir, necesitaré que alguien me dé un toquecito en el hombro y me cortaré las venas (mira que emo soy). No se si esto lo he dicho de coña o no, pero te conté, como ya sabrás olvidado, lo que pensaba sobre este asunto. Pero, lo voy a dejar ya, que tengo prisa. (más en el próximo fascículo)

“Yo también desperé entre aquellas canciones de amor invicto y versos de otoñales melancolías. No fueron solamente instantes de compañía y charlas de abstractas realidades; no sólo vivimos porque sí. Sino que existimos el uno para el otro. Y respiraba por ti, arrancando tenues olores de noches soñadas a los vasos de vodka ya terminados, a los porros aún sin liar.”

Es que ahora me da por escribir fragmentos que no llegan a más^^

P.D.: Era que el alma recuerda el mundo de las Ideas, ya me acordé

Cattz dijo...

Me ha encantado.