8/1/09

Un principio I

Crujió los nudillos. Mala señal. Eso significaba que empezaba a ponerse nervioso, y que su lógica cada vez tendría menos sentido.
Observó con inquietud a su interlocutora, que en esos momentos divagaba sobre finales felices y tristes. Primero, discutían de música. Luego, de política. Después, del amor; y, finalmente, de escribir y leer.
Sus opiniones eran tan dispares como contradictorias, y las peroratas sobre innovación y tradición o temática y semántica empezaban a perderse entre temblorosos argumentos pro o anti.
Absolutos. Serían pasadas las tres de la madrugada, y habían acabado hablando con absolutos. Parecía más una refriega que un debate amistoso. Los pues en mi opinión habían cedido el paso a rotundos noes e interrupciones, y el cansancio comenzaba a mellar sus pensamientos. Pero él se limitó a dar un nuevo trago a la cerveza, preguntándose por qué intentaban imponerse al otro sobre un tema tan ambiguo y subjetivo (a la par que paradójico) como la creación.
- Y es por eso que...
- Basta - la cortó con un tono seco. Ella lo miró fijamente, como dudando si mostrarse ofendida o indignada - Es tarde, y no llegaremos a ninguna parte discutiendo con argumentos ebrios y cansados. Sabes que me encanta escucharte casi tanto como a ti misma, pero me voy a dormir.
Y se fue a acostarse, satisfecho por haber sabido dejar a su imaginación con la palabra en la boca.

1 comentario:

Gaia Moridin dijo...

No voy a suplicar por la segunda parte (¿se llamará Principio II?), pero me gustaría ver que ocurrirá...