6/1/09

Fuera

Se advierten espirales, sinsentidos y manillas de un reloj digital que brilla en una hueca madrugada. La oscuridad que rehúye un ojo acusador que la acorrala contra la esquina.
“¿Quién va?”
“El día, a borrarte”. Siempre ha perdido esta batalla, y su único consuelo es saber que su venganza no está tan lejos.
Y otra voz que se rebela, desde el apacible rostro dormido de una chica mujer que se viste de princesa para descansar.
“Ah, no, en mi casa gritos por la mañana ni hablar. ¿Pero qué os habéis creído?¡Fuera!”
Luz y sombra, dubitativas, miran los párpados cerrados de la joven.
“¿Ha sido ella?”
“No digas tonterías”.
“¡Sí, he sido yo!¿Qué hacéis aún aquí?¡Fuera, he dicho!”
Los eternos enemigos se entremiran.
“No podemos”, anuncian a la vez.
“Yo sin él no existo”, dice la noche.
“Y viceversa”, afirma el día.
La figura tendida en la cama no parece inmutarse, y vuelven ellas a intercambiar una mirada. Recuerdan que deberían luchar, pero no se atreven.
“¿Qué diablos pasa aquí?” exclama entonces alguien que ya estaba sin que los otros se diesen cuenta. “¡Nunca puedo estar parado!¡Debo moverme siempre!¿Por qué os habéis y me habéis detenido?”
Entonces lo reconocieron. Era el tiempo.
“¡Que no gritéis, he dicho!” replica el subconsciente de la princesa dormida. “Intento dormir, y pensar una solución a todo esto.”
Todos los segundos, las horas e incluso los siglos la observan, boquiabiertos.
“¿Ha sido ella?” preguntan con una misma voz.
“Eso parece” le susurran luz y oscuridad.
Se oye a alguien chistar, y el tiempo, el día y la noche se detienen, cohibidos.
“Llevo todo el día trabajando, dando placeres a otros sin derecho a tener el mío propio. Tantas otras noches hizo ella lo mismo. Mi cuerpo ya no es mío, pertenece al que lo compre. Nuestra mente es lo único aún libre, aunque adormecida mientras hago lo que hago para subsistir. Sólo cuando descansa encuentro reposo, y puedo soltar mis sueños, liberados al fin de cualquier prisión, incluidas espacio y tiempo. Nada existe, salvo su bienestar, y no permitiré que me avasallen”.
Sus poderosos y eternos oyentes empiezan a temblar, confusos y atemorizados por la firmeza de su tono y la promesa del más que probable desenlace.
“Duermo, y ningún ente, por muy atávica que sea su naturaleza, me privará de existir. ¡Soy un sueño!¡Libre de vosotros! Así que: ¡fuera, ninguna lógica absurda evitará que os eche!”
Ellos van a responder, pero no los deja.
“¡Marchaos!¡Dejadme ser!¡Y no me vengáis con eso de “yo estaba aquí antes”!¡Incluso el tiempo fue soñado, y el hombre me conoció antes de distinguir noche de día, inconscientemente, sólo tardó más en aprisionarme con un nombre!¡FUERA!”…
Y el tiempo, la luz y la oscuridad se fueron, dejando a la durmiente en el caos vacío más absoluto.
La joven prostituta, en verdad una princesa, se removió en la cama, frunciendo el ceño apenas en un gesto casi imperceptible. Y una única palabra escapó susurrando de sus labios antes de que volviese a dormir plácidamente.
- Fuera…

1 comentario:

Gaia Moridin dijo...

Atávica!!!!!! Me encanta esa palabra, es genial, aunque mejor en masculino. Me hubiera molado más tu cuento si hubieses descrito a los entes y también echo en falta a otro, aunque te reto a que lo adivines. Y algo más que te diré la proxima por messenger, si nos acordamos...