20/10/15

Aprender (a no volar)

El primer paso es tembloroso, pusilánime, e inseguro. La ignorancia y el miedo atenazan el aliento hasta hacer tambalearse la seguridad de uno mismo, emborronar la visión hasta percibir todo de manera distinta y aterradora, y confundir el raciocinio sin apiadarse ni de los principios más arraigados de uno mismo. Tal vez... no, seguro que caerás.
El segundo paso es más firme, y, aunque algo más largo que el primero, sigue sin asentarse del todo. Puede notarse el impulsivo escalofrío, eco de la memoria del primero, que aún hace estremecerse las endebles piernas, ahora algo más fuertes, pero tan ignorantes como antes, del yo. Aún hay riesgo de que caigas, eso siempre.
Los siguientes cobran fuerza. Ya sólo una piedra o un cruce inesperado ralentizan el ritmo, las arenas movedizas acechan, insomnes. La velocidad es gradual e ilusoria, temporal. La seguridad es tímida y enfermiza, tienes que cuidarla mucho. Y, con absoluta certeza, seguirás cayendo.
Pero, después, seguirás andando.

No hay comentarios: