20/10/15

Pequeño

- Las sillas son muy altas.
Y las paredes, y los armarios, y las estanterías...
El techo apenas se ve, todo en misteriosa penumbra, allí arriba.
Los rincones juegan a esconderse en la lejanía, con sombras amenazadoras agazapadas a su refugio, estirándose hacia mí cuando creen que no miro.
Ni siquiera alcanzo el pomo de la puerta.
Se ve un jardín, inmenso, a través del ventanal. Un lago agreste rodeado de flores exóticas ocupa el centro del encuadre, brillante y lleno de vida.
A los márgenes, incontables árboles de distinta forma y tamaño y un sinfín de estatuas, clásicas y perfectas, o modernas e indescifrables.
Y el cielo es limpio y es azul, y es vibrante, enorme, inabarcable...
Yo sólo tengo mi ropa vieja, prestada, y un pequeño colchón sin somier ni almohada, donde cubrirme entre sollozos cuando no llego a abrir la puerta, y las sombras empiezan a salir...

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