22/10/14

So you never have to go

Hay ratos en que me vuelve la lucidez, pero la acallo deprisa, apurado, sin dejar que cale. Porque sé que, si toca en hueso, podría volar del todo, con billete de vuelta abierta por si gusta de entretenerse en otros lares una temporada.
No me queda más remedio que sumirme en el mutismo, pues, hundirme en él, ahogarme si es preciso, y abstraer toda cordura y reacción hasta nuevo aviso por turbulencias emocionales.
Por seguir alguna línea de pensamiento divergente, miro un árbol por la ventana. Estático, anodino, como un olmo retratado en lírico réquiem, así que aparta la vista de la cristalera y devuelve tu atención a la bulliciosa terminal, así, no fijes tu sentimientos en nada, eso es, piérdete en la marea onírica.
Pasa. Todo pasa. Incluso esto. Que no te tiemble el pulso ahora. No emborrones la tinta, eso es para pusilánimes, tu tinta es la que emborrona a la gente, tu tinta pierde y patetiza, e hipnotiza, hasta idiotiza masas de borrones y cabecitas apresuradas imaginarias que distraen tu lucidez por un momento.
Mierda.
Voló.

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