21/2/11

A oscuras

Todo empieza en una habitación a oscuras. Se oye sólo su respiración. En la oscuridad a veces hay tanto silencio que creo que, si me concentro, desde aquí puedo oír sus latidos. Pero no puedo verla, ni tocarla.
Aquí dentro no importa cuanto mire, así que cierro los ojos, porque así estoy más cómodo. A menudo fumo cerca de donde puedo oírla mejor, como ahora, aunque no le guste especialmente, porque de vez en cuando sí que puede olerme, y el olor a tabaco le trae buenos recuerdos de cuando me veía. Un cigarrillo detrás de otro, buscando despertar algo que nunca duerme en este lúgubre rincón.
A ratos no quiero ni oírla. A ratos no pongo atención ni me esfuerzo en hacerlo. A ratos no tengo fuerzas, me cansan las cosas que me esperan ahí afuera, donde sí hay luz y no la oigo respirar.
A ratos, los más, se me olvida volver aquí, a estar un poco más sin sentir nada más que su aliento.
Pero, cuando estoy... cuando todo empieza...
Hay música. Poesía. Vagan entre nosotros, en este vacío, como pequeños cirios, surgen de la nada y titilan, vulnerables y vergonzosos, cuchicheantes.
No podemos vernos, ni tocarnos, pero sí oírnos. A ratos duele tanto como el silencio aquí dentro.
Yo no puedo olerla, como ella a mí. Yo huelo un poco a tabaco y humo, y todos sabemos lo esquivo y efímero que le da por ser al humo, pero no hay nada que huela como ella. Eso duele, incluso aquí dentro.
También hay luces aquí dentro, pero entran sólo lo justo a través de unos estrechos ventanucos que abrimos con nuestras voces. Y los cerramos de inmediato.
Todo es un susurro.
A veces resuena algún eco; otras, la oscuridad distorsiona el sonido, y eso siempre nos molesta; el sonido es todo el contacto que nos queda aquí.
Ahí afuera hay dolor. Hay luz. Tanta que no pueden apreciarse la oscuridad, ni el silencio roto por una respiración. Ahí afuera está la realidad, con todo lo que eso conlleva.
Pero siempre acabamos saliendo de la habitación oscuras.
A la luz.
Y siempre vuelvo a esa habitación a oscuras, donde puedo oírla respirar, donde, si me concentro, a ratos pienso que oigo sus latidos.
Y siempre sigue siendo sólo mi habitación.
Y siempre estoy solo.

1 comentario:

Ella dijo...

De esas cosas que te rompen por dentro.