2/7/12

La golondrina lo entiende

Acabo de ver una golondrina luchar contra el viento. El día es radiante, una isla verde de vida y una ciudad brillante de atardecer languidecen bajo mi mirada.
Hay cierta belleza aleatoria en el paisaje, y voces que suenan risueñas tras de mí. Las balbuceantes carcajadas de un niño colorean la brisa.
El pequeño pájaro sigue subiendo y bajando en el mismo sitio, aleteando frenético, pero sólo transmite calma.
Cuánta tenacidad.
El aire acaricia pecho y hombros como un amante, también besa el rostro con los ojos cerrados que siento muy dentro de mí, una faz tranquila como un estanque.
No me he explicado bien, esperad.
El aire abraza todo con ternura, arrullando en un grave y renuente silbido cuerpo y mente. Abarca desde las raíces del cada vez más ensortijado pelo hasta los hormigueantes dedos de los pies. Suena como un suspiro al oído, se siente igual.
Roza el cuello como unos primorosos dedos y estremece la espalda como un cómodo lecho, ondulante y sereno a la vez.
No sé explicarlo.
Creo que la golondrina me entiende.



Echo de menos tumbarme y dejarme pensar en paz.